Incordio mapuche

Con lo bien que iba la gira de la Presidenta Bachelet por Europa. Excelente imagen, afable, conciliadora, buen olfato comercial, estadista seria en comparación con la morralla chavista, un ejemplo a imitar. Todo iba miel sobre hojuelas hasta que llegaron los mapuches a incordiar aireando conflictos de andar por casa, de esos que se resuelven de puertas adentro sin que nadie se entere y que no tienen por qué empañar los logros diplomáticos y de relaciones públicas de la flamante presidenta que despierta admiración allí donde posa su mirada limpia y desprovista de resentimientos. Los mapuches son un asunto heredado. En su momento no se les pudo masacrar del todo así que siguen ahí con sus reivindicaciones territoriales, sus exigencias, su agitación y sus actos terroristas. Ahora resulta que el Estado chileno, pulcro defensor de los derechos de los ciudadanos (no como antes), tiene que velar porque se cumpla la ley y el que quema tierra ajena y viola la propiedad privada, tiene que pagar por ello, como es lógico y natural. El que la hace la paga, se ponga en huelga de hambre o no. De pronto, a los indígenas rebeldes, les ha salido un aliado inesperado, José Alwyn, hijo de un ex-presidente chileno, que organiza las manifestaciones en defensa de los mapuches durante la gira de Bachelet, facilitando reportajes y aportando fondos que para eso ha montado una ONG que recibe fondos de la Fundación Ford, entre otras aportaciones. No goza de las simpatías de los afectados, pero, mientras anime el cotarro, nadie le va a hacer asco a sus aportaciones. Típico caso de que nada es lo que parece, pero el conflicto está ahí y, cuando hay huelgas de hambre por medio, mejor no hacerse el distraído que luego es peor.