Thursday, September 14, 2006

Vendetta, date un garbeo por aquí

Democracia totalitaria surgida de un atentado terrorista, amedrentamiento de una población amuermada, manipulación de medios de comunicación corruptos compinchados con el poder, enriquecimiento ilícito de la clase dirigente, policía política controlando sistematicamente las comunicaciones privadas de los ciudadanos, un aparato judicial y un parlamento dóciles al servicio del ejecutivo y así sucesivamente. ¿El antídoto? V de Vendetta, personaje de comic cuya dedicación, entrega y variedad de recursos no vendría mal en estos tiempos convulsos donde los poderosos se ensarzan en furibundas luchas por el control del Estado mientras los ciudadanos-súbditos se lo pasan bomba con el aquíhaytomate, los musicales de la Gran Vía y los ires y venires futboleros. Buena falta que hace la irrupción de un justiciero que sirva de contrapeso a los desmanes de los que parten el bacalao. Eso o, por lo menos, limitación de mandatos, desbloqueo de las listas electorales y otras medidas que propicien la tan cacareada regeneración democrática que los políticos prometen cuando están en la oposición y olvidan cuando llegan al poder. Sociedad civil, ¡despierta!

Wednesday, September 13, 2006

Infiltrados

Qué gratificante resulta contrarrestar la posición dominante de la todopoderosa industria audiovisual a través de la difusión de contenidos en youtube.com. Proyectar al mundo las creaciones individuales sin someterse a las arbitrariedades de ningún ejecutivillo del tres al cuarto de la Paramount, la NBC o Telecinco haciendo de tapón es el gran privilegio de nuestros días. Directamente, del productor al consumidor. Ese era, pretendidamente, el caso de un culebrón doméstico titulado Lonelygirl15 que recreaba las vicisitudes de una adolescente yanqui y que los seguidores de youtube podían degustar diariamente en la red. La audiencia pasó a ser masiva y el blog de la protagonista echaba humo con las aportaciones de sus fans y detractores. Resulta que todo era demasiado bonito para ser verdad. El producto era un vehículo hollywoodiense infiltrado en la red y los hilos se manejaban desde una de las agencias artísticas más potentes de la fábrica de sueños. El NYTimes (suscripción gratuita) desvela el misterio con todo lujo de detalles. Cuanta voracidad. No les basta con controlar los procesos de producción, distribución y exhibición tradicionales. Ahora, usurpando identidades, se quieren colar en el mundo libre de la difusión gratuita de contenidos. A por ellos.

Tuesday, September 12, 2006

Los felices cincuenta según James Ellroy

Nuevamente se ha puesto de moda el gran autor de serie negra James Ellroy. Esta vez con ocasión del estreno en el Festival de Cine de Venecia de la versión cinematográfica de su novela La Dalia Negra. No sabemos si en este caso la ficción supera a la realidad, pero lo cierto es que el asesinato sin resolver perpetrado en Los Angeles hace casi medio siglo y a partir del cual Ellroy construyó su narración, aparte de ponerle al más pintado los pelos de punta, sigue siendo un enigma insondable y tremendamente perturbador. Entre las variopintas lecturas con las que he combatido el insoportable cambio climático de este verano, recomiendo El Gran Desierto del mismo autor que, como todos los amantes del género policíaco saben, es huérfano de madre gracias a otro asesinato sin resolver. La visión que ofrece Ellroy de la sociedad norteamericana (concretamente, Los Angeles) durante la década de los cincuenta, da al traste con las recreaciones edulcoradas que el cine de aquella época nos legó a través de pelis memorables, pero que, comparadas con las hazañas de los personajes del escritor angelino, parecen divertimentos infantiles. Homosexualidad reprimida en el cuerpo de policía, chantajes, drogadicción, concupiscencia, corrupción, conspiraciones, necrofilia, descuartizamientos y mucho más para satisfacer los bajos instintos del más exigente. Una semblanza truculenta y desesperanzada del género humano que sólo resulta digerible si se lee en verano con el calimocho al lado y la posibilidad de cerrar el libro de vez en cuando para controlar las pulsaciones. Por suerte que, en España no hay escritores que sigan esta senda. Así nos mantenemos inocentes y optimistas pensando que todo el monte es orégano, no como en Ciudad Juárez, por ejemplo.